«Nadie conoce el corazón secreto del reloj». - Elias Canetti

Pasé la mañana escuchando las derivas corales y polifónicas suscitadas por este apunte que escribiera Elias Canetti en 1983:


«Nadie conoce el corazón secreto del reloj»



Intento dejar abrirse en mí su sentido, prestar atención a los ecos que me trae, hallar mis palabras entre sus palabras. 



Nadie: Para nadie la muerte no existe. Nadie es la potencia del hombre, su posibilidad de ser. Íntimamente se confunden en “nadie” lo ‘nacido’ y  la ‘nada’; así, este “nadie” acaso sea ese hombre que vence al tiempo, ese que se sabe acogido por su égida y que planta allí su lugar.



Conocer: Conocer es ser con otro, ser en relación. La fórmula del ‘conocer’, del ‘llegar a saber algo’ no ha sido descubierta aún, pero el camino tal vez sea el del espejo, el de mirar todo detenidamente hasta encontrarlo en nosotros. Cada nombre que ponemos al señalar algo es una suspensión, un interludio. En los nombres que damos a los hijos (y los nuestros y los de las cosas) no debe caber más que el asombro y la alegría de poder volver a ellos, de poder volver a mirarnos en ellos.



Corazón: El corazón es su latido, su sonido en vaivén que impulsa la sangre y lleva el calor y el aire. La imagen primera del círculo es su ir y venir, esa sucesión de espasmódica, que lanza y recoge,  que habla y le habla al hombre incluso antes de que el hombre sea –en el vientre, el corazón materno–. El corazón es un tránsito sin rumbo, un tránsito que no puede recordar su punto de partida ni vislumbrar el de llegada, un tránsito que es a la vez viaje y quietud. El corazón siempre parte para volver a sí, se encuentra para despedirse.



Secreto: Lo secreto es lo que se aparta, lo que se aleja de la vista, lo que no puede distinguirse, analizarse. Desde lo secreto algo se extiende, porque en ello todo se oculta. Su concentración es su expansión.


Corazón-secreto: La palabra alemana que usa Canetti, ‘Geheimherz’ en este apunte destila y aglutina los sentidos de sus componentes. El corazón se sustrae a la vista, es la memoria que se agita bajo la piel, que solo puede adivinarse, develarse, siguiendo el hilo de la sangre. El secreto del corazón es que su nombre está se sustrae a las palabras pero guarda todas las palabras, impulsa la sangre que inhala y exhala la esperanza de vencer a la muerte en cada vocablo.



Reloj: el reloj es la sucesión, el listado circular de las horas, esas que son límites del tiempo como las orillas del mar. El tiempo es su condición y circunstancia, es su inagotable presencia, el tiempo es también la señal de su pasar, de su cauce en el que cada punto es un vaivén, una mancha que brota y que, simultáneamente, se borra, para la que irrumpir y desaparecer son su forma de permanencia. Sus orillas encierran y separan, es un fluir de vacíos que todo lo ahuecan y colman. Un fluir que se abre paso y pasa rompiendo, dramática o sutilmente, la trama cuyo hilo inexistente no es más que su paso perdido, su huella que se borra. El reloj es la intensidad de sus horas.



«Nadie conoce el corazón secreto del reloj», sigue diciendo el apunte e Canetti.


Un amasijo de palabras en el que cada palabra es mojón intemporal, eterno, pero que es también umbral y paso que nos conduciría fuera del tiempo; pero este afuera no es intemporal sino un lugar en el tiempo; y lo que la palabra busca es justamente aquello que se le sustrae, justamente aquello que las deshace en su decirse: el tiempo, aquello que, callado, nos llama, nos convoca y nos acuna en su adentro, en su secreto.




Y recordé, en el diálogo abierto con Carlos Vásquez y los compañeros de aventura lectora, este poema de Pessoa escrito el 4 de agosto de 1934, de profunda consonancia con las ideas de Canetti:




En lo alto de la torre está el reloj, 

aún más alto está el sol.

Hora tras hora, el uno dicta mi obituario

el otro, no habla: brilla y existe.


No sé quien mide el tiempo aquí:

Si aquel que da las horas en la alta torre

si aquel que sólo alumbra, y se ríe

de que alguien pueda suponer que muere.


Fernando Pessoa, 4-8-1934

Traducción de Carlos Ciro



Original portugués:


No alto da torre está o relógio, / Mais alto ainda o sol está. / Hora a hora um diz meu necrológio / O outro não falla: brilha e há.  // Não sei quem mede o tempo aqui: / Se o que da horas na alta torre / So o que só alumia, e ri / De alguém poder supor que morre. 


Fernando Pessoa, 4-8-1934



En: Pessoa, Fernando. Poemas de Fernando Pessoa 1934-1935. Edição Crítica de Fernando Pessoa, Volume I, tomo V. Edição de Luís Prista. Lisboa, Imprensa Nacional - Casa da Moeda. 2000. [121] p. 105



El apunte de Canetti se encuentra en:


Canetti, Elias. Obras Completas. Tomo IV. Apuntes 1942-1993 [El corazón secreto del reloj. Apuntes 1973-1985, Año 1983]. Edición al cuidado de Ignacio Echevarría. Traducción de Juan José del Solar. Barcelona, Ed. Galaxia Gutenberg, 2006. p. 542

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