Orilla sosegada
Buscar la orilla sosegada. Encontrar la justa nulidad que pueda mirar fluir el río de la vida. Permanentemente estamos dejando de ser, dejando de sernos. Trasegamos un único lugar, esa interioridad que queremos que exista allí donde todo es exterior y superficie. A cada tránsito de nosotros mismos queremos darle la fijeza de una personalidad, la inamovible contundencia de un pronombre que siempre escapa sin nunca dejarnos escapar: 'tú', 'yo', 'nosotros', son bienes que adquirimos con la esperanza de perder en ellos el propio ser, de abrir con ellos las compuertas o, cuando menos, una hendija por la que pueda colarse el espíritu y huir; y los adquirimos a cambio de la moneda que nos queda, la palabra-esperanza que nos importa, que nos in-porta, que nos lleva dentro de sí como si hubiese un adentro que no sea también superficie y exterioridad. Todo intento de salir de sí mismo, toda metamorfosis, no es más que la caída perpetua y necesaria en esta dinámica de transacciones, en esta economía de vencidos que que opera con el "álgebra del misterio" los resultados imposibles de la Realidad, de esa suma de partes sin un todo y de la geometría abisal del tránsito suspendido que somos, de ese "pozo que mira al cielo". Cada metamorfósis. Cada reinvención de nosotros mismos, no es más que el pálpito sin ecos de ese punto sin dimensión ni sentido que somos. Cada idea que encarnamos, una metamorfosis más en la deriva de cada espíritu; también la idea que esto escribe desde una herida que junto a una luz se abre, desde esa herida que es lucidez y relámpago y que ahora se apaga mientras su cicatriz se borra en la memoria y se deja llevar por el río del tiempo y por su pasar como un paso, como este paso que busca su lugar para sentarse en la orilla sosegada.
14-08-2014
Comments